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Buscar la verdad en un OXXO

María Emilia Fernández 

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Con 14 mil tiendas y una clientela diaria de más de 10 millones de usuarios, virtualmente todos los mexicanos conocemos un OXXO. Se trata de un fenómeno cultural muy específico con el que podemos relacionarnos, que trasciende estratos sociales y geografías. Con esto en mente sobra decir que no sería el mismo ejercicio si Gabriel Orozco transformara una tienda de autopartes o una librería; al ver un OXXO deconstruido el impacto es más contundente. Con más de 6,000 visitas al día de hoy, su exposición en la galería kurimanzutto ha tenido un impacto que nadie alcanza a dimensionar aún. La muestra ha sido sujeto de numerosas críticas, reseñas y ensayos de opinión, además de seminarios en universidades y videos virales —un intento por aprehender la muestra de diferentes maneras, ya sea desde un interés intelectual y artístico, o desde el morbo que rodea al artista y los precios de su obra.

 

La primera vez que Orozco utilizó el módulo de círculos de colores primarios que se ha vuelto su marca más reconocible, fue en 1995 con la pieza Light Signs para la Bienal de Gwangju en Corea, aunque él siempre ha recalcado que su interés se remonta a cuando era niño y dibujaba planetas. Según la curadora Briony Fer, los círculos funcionan como instrumentos en su obra, que activan y propician que algo suceda; entablan un diálogo con el constructivismo utópico del siglo pasado y con el arte abstracto, pero contraria a la búsqueda de la pureza casi mitológica de las formas, Orozco aterriza los círculos en la vida real, en lo ordinario de las piedras, huesos, imágenes de deportes, billetes y jardines, entre otros.

 

En esta ocasión, las constelaciones circulares aterrizan en artículos tan variados como latas de refresco, cajas de medicamentos y envolturas de dulces y helados. Éstos se encuentran tras la fachada de un OXXO ubicado en la entrada de la nave de la galería. Tal cual existe a tan sólo unas cuadras, y como existe también en el imaginario colectivo mexicano, la caja de luz de colores blanco, rojo y amarillo brilla con la misma intensidad y, al entrar, uno es recibido por el olor a café. Los círculos rojos, dorados y azules se pueden encontrar en cartones de leche, cervezas, latas de atún y cigarros; cada tanto uno tropieza con las calcomanías, pero salvo ese eventual destello, todo en la tienda obedece a la normalidad.

 

A cada persona se le entrega un billete de papel que sirve para adquirir casi cualquier producto dentro de la tienda, salvo alcohol y cigarros. Creado a partir de la mitad de un dólar y la mitad de un peso antiguo, la moneda única del OROXXO permite a todos ser partícipes del evento y relacionarse con las piezas desde un lugar en donde no hay ignorantes ni expertos en arte. La exhibición funciona como un microcosmos, un lugar más allá de los precios en pesos devaluados donde todo cuesta lo mismo: un chicle, una pizza, la comida para perro y el papel aluminio alcanzan un plano igualador. Entre los visitantes hay quienes buscan hacer rendir al máximo su billete intercambiable, adquiriendo refrescos de dos litros, papitas tamaño familiar, o galones de agua. Pero también están los que escogen guardar su billete, como suvenir o a la espera de que éste eventualmente encuentre un valor en el mercado del arte.

 

 

De los 3,000 productos que puede ofrecer una sucursal de OXXO —los hay mejor surtidos que otros— Orozco seleccionó 300 para ser intervenidos, y son estos mismos los que, al salir por el otro lado de la tienda, se encuentran exhibidos sobre una repisa blanca y están a la venta para coleccionistas y museos. Las veladoras, huevos y botellas de alcohol que hasta hace solo un momento estaban ordenados en los pasillos de la tienda, aquí se pueden ver flotando en un horizonte circular, enmarcados por dos franjas de vinil amarillas y rojas, que evocan el logo de la compañía regiomontana. Las formas de los empaques y el color de las envolturas se distinguen perfectamente contra la pared blanca, y si se miran más de cerca, aparecen los logos de cada marca, semi-ocultos por los círculos de Orozco. Como un parpadeo, el logo circular deja entrever los signos de cada empresa, los símbolos que hacen reconocible un producto de otro, y se puede apreciar la materialidad de cada artículo como nunca se había presentado en la alacena.

 

 La muestra tiene muchas lecturas posibles; puede ser entendida como un comentario al mercado del arte y a la relación que desarrollamos con una obra cuando existe la posibilidad de adquirirla. Este pensamiento, que rara vez ocurre frente a una obra en un museo, se vuelve el protagonista de la exhibición en donde las entidades intervenidas por Orozco —marcadas con estampas en forma de círculos rojos, azules y dorados— se venden en 15 mil dólares cada una. El artista señala cómo las piezas muchas veces son compradas simplemente como inversiones, lo mismo que una propiedad en el negocio de bienes raíces o una acción en la bolsa de valores.

 

La exhibición también presenta un comentario sobre el fenómeno del artista como marca, que cotiza en subastas no necesariamente por la calidad de su obra, sino por la garantía que representa su nombre y apellido. Esta situación a su vez, responde a la revolución en las ventas del siglo XX que se dio con el cambio al autoservicio. Cuando dejó de haber vendedores que fueran de puerta en puerta, hubo una transición a mecanismos de venta silenciosos: las vitrinas de las tiendas y supermercados y los empaques de los productos, ahora debían venderse prácticamente solos. El OROXXO —híbrido con el que ha sido bautizada la muestra— propone reflexionar sobre la producción y el consumo de imágenes que nos ha permitido desarrollar la habilidad para digerir el branding y la marca del artista como una estrategia clave en la significación de una pieza.

 

Sin embargo, hay una interpretación de la polémica muestra que ha sido poco comentada en los medios y es aquella que sugiere la cita de la entrada a la exposición, una frase tomada del libro El poema de Parménides publicado por el filósofo y ensayista Dr. Juan David García Bacca en 1943. El escritor Juan Villoro la menciona brevemente al final de su artículo sobre la muestra como “la posible clave de este singular proyecto”, pero no ahonda en detalles.2  La redacción de la cita presenta un reto, pero también descubre un enfoque más poético a través del cual leer al OROXXO.

Nacido en Elea, Parménides fue un filósofo pre-socrático de quien solo se conoce un poema: “Sobre la naturaleza”, el cual postula la identidad inmutable de todas las cosas. La búsqueda de la esencia más allá de las formas, lo lleva a concluir que lo que es no se genera, no es efímero ni perecedero—como son los productos que se venden en envolturas de plástico—, no cambia, es perfecto, es uno y continuo. Sólo es posible conocer lo que es, ya que el no-ser resulta insondable, impensable. “Lo que cae fuera de la esfera del Ser es no-ser; es indefinido, falso, oculto, puro símbolo, alusión, señal, opinión, palabrería”, dice García Bacca en su comentario al poema. Parménides argumenta que no sería siquiera posible pensar el no-ser, concebir algo que fuese solo falsedad o vacío.

 

Al inicio del texto, el narrador es llevado a los cielos en un carruaje y depositado frente a la Diosa Verdad, quien resguarda el umbral de la Realidad, lo Eterno, en donde las cosas aparecen como realmente son, no como existen en la tierra para los seres finitos. Al entrar, “experimenta mentalmente la misma impresión que el dormido que abre de repente los ojos a la plena luz del mediodía: percibe un bulto de luz, una inmensa esfera luminosa, radiante, tan deslumbrante que ningún objeto particular resulta, en el primer momento, visible y perceptible en sí y aparte”. Algo similar sucede el entrar en la trastienda del OROXXO, donde después de haber estado bajo luces fluorescentes y un techo de plafón, paredes con dibujos de azulejos y anaqueles color crema, de pronto aparece el espacio impecable del cubo blanco.

 

La transición del abarrotado interior del OXXO al ámbito calculadamente puro y diáfano de la galería tiene su equivalente en la experiencia de Parménides y su encuentro con el bloque de luz de la Verdad: a primera vista nada se alcanza a distinguir más allá de los rayos que iluminan todo. Cabe mencionar que este mismo sobresalto lo experimentan muchos visitantes aún antes de pasar a la trastienda: apenas cruzan el umbral de kurimanzutto les invade la sorpresa, la confusión y hasta el enojo —todos intentos por asimilar lo inesperado, al descubrir una sucursal perfectamente funcional de OXXO.

 Parménides comparte esa misma frustración, sintiéndose confundido y rebasado por aquello que ven sus ojos: frente a este bloque de luz su reacción es “parpadear, dejarse invadir por partes, tragar a pequeños sorbos el mar inmenso y unitario de la luz”, como si estuviera viendo el mundo por primera vez. Describe este intento por acostumbrarse como “el equivalente visual de tartamudear o balbucir, expresiones todas de sentirse una cosa finita ahogándose en una infinidad.” Discernir y poder observar el mundo que se abre frente a él, lo afecta al grado de causar una ruptura en el flujo del lenguaje, o a sentirse como un niño pequeño aprendiendo a hablar poco a poco.

 

En su análisis del poema, García Bacca menciona la etimología que comparten las palabras mito —un relato que busca explicar una realidad que se presenta de manera irracional— y miope, el que ve algo de cerca y lo percibe como una mancha borrosa de luz. Su estudio llega a la poética conclusión de que el mito tiene a su vez, una modulación visual: los mitos son un esfuerzo por ver y entender la Verdad por partes, de a poco; un intento por enfocar la mancha de luz y volverla una entidad nítida. Una vez acostumbrados a la luz, a la Verdad y lo Eterno, Parménides comprende que, aunque las cosas son distintas, diversas entre sí, todas comparten el Ser y están unidas por esta condición; se reabsorben en el hecho de existir.

 

Probablemente nunca nos hayamos preguntado por qué un OXXO distribuye ciertos productos y no otros, o por qué algunos cuestan lo que cuestan. “No siempre el conocer es “pensar” o gravitar hacia el ser y el existir; a veces el conocer es opinar, irse hacia lo aparencial, hacia lo eidético”, nos recuerda en su análisis García Bacca. En efecto, no es lo mismo caminar por un bosque que preguntarse acerca de la naturaleza de los árboles, o reflexionar sobre su estructura molecular, como tampoco es lo mismo saber contar, multiplicar y restar, que cuestionarse sobre la razón de ser de los números ni el porqué de los fractales. Orozco busca abrir ese paréntesis en el OROXXO: un lugar en donde se pueda cuestionar lo cotidiano, desde la disposición de la mercancía en los estantes y la marca que compramos en lugar de otra idéntica, hasta la razón de ser de los supermercados.

 

Pero no todo es seriedad y debate intelectual, y a Orozco no le falta sentido del humor. El OROXXO también es un juego y el artista sabe que no todos saldrán reflexionando sobre la naturaleza del intercambio monetario, la esencia del sistema globalizado capitalista, o el consumismo a través del cual construimos nuestra identidad. Pero la puerta queda abierta, y al salir uno se despide de la misma cita del Dr. Juan David García Bacca, quien nos recuerda que “este ciclo es repetible cuantas veces queramos respecto de cada cosa, sean cuantas fueren” y que “siempre será posible enraizar (así en activo reabsorbente) el conocer en el pensar, el pensar en el ser y el ser en el Existir”.

 

Hacia el final de su poema, Parménides intuye que a su regreso nada se verá igual a como lo dejó. Al haber visto la Verdad, el universo anterior a su viaje celestial —sus categorías, definiciones, estructuras, principios y causas— se presentarán de forma distinta; ese mundo ha sido reabsorbido por su conciencia, cuestionado y vuelto a armar por una nueva forma de percibir la realidad. En palabras de García Bacca, “diferencias, estructuras internas, definiciones, clasificaciones, modos de distenderse, de desarrollarse por principios, causas, elementos, motivo-fin, una vez reabsorbidos en el Ser por el Pensar, ya no renacerá de igual manera.” Eso es lo que Orozco propone con esta intervención. Al menos la posibilidad de ver algo por primera vez, y que esa mirada nítida, quizás acompañe al espectador en su siguiente visita a un OXXO.

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