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Don Max

Maximino tenía que levantarse temprano, porque debía estar en su puesto antes de que la tienda abriera sus puertas. Su tarea era recibir e inventariar los distintos productos que llegaban a diario. Contar bolsas, revisar su estado, organizar paquetes y ordenarlos. Desempeñaba con destreza su tarea. Se había acostumbrado a ella y la disfrutaba. Pero quería algo mejor, quería crecer profesionalmente.

En una de aquellas mañanas, en las bodegas de la tienda Autodescuento, Maximino recibió al señor Chapa, un empleado de la fábrica de galletas Gamesa.

–Buenas, estoy con usted en seguida, le dijo Maximino.

–De acuerdo, contestó Chapa.

Maximino abrió una compuerta y Chapa estacionó su camioneta, bajó y comenzó a descargar las charolas de galletas, con negritas, barritas de higo, sandwich combinado, emperador, canelitas y de merengue. En la parte lateral de la camioneta estaba pintado el cocinero de la marca, con la leyenda “No se me hagan bolas, ya llegaron las charolas”. Maximino contó con cuidado y ordenó que llevaran todos los paquetes a la trastienda. Firmó el recibo y le agradeció a Chapa, que sacó una cajetilla del bolsillo de su camisa. Ofreció uno a Maximino, que se negó al gesto.

–Oiga Max, dijo Chapa antes de dar una primera calada.

 

Maximino volteó y esperó atento a que Chapa terminara la frase que había empezado

–Fíjese que van a abrir unas tiendas nuevas. ¿No me dijo que andaba buscando otro jale?

–Sí, sí busco.

–Arre, pues ora es cuando.

–¿Y cómo o dónde va a estar eso?

–Van a ser unas tiendas, no tan grandes. OXXO, se van a llamar. Me dijeron que las oficinas están ya ahí en el edificio Choperena.

–¿Y ahí por quién pregunto?

–Di que buscas al señor Armando Cavazos, creo que él está a cargo.

 

Al día siguiente Maximino le contó a David, uno de sus compañeros en Autodescuento, sobre lo que había platicado con Chapa.

 

–¿Y dónde va estar esa tienda, Max?

–No sé, Chapa me dijo que según él en Lindavista.

–Está con madre. Me queda mejor que venir acá.

–Bueno, espérate. No sé si era puro rollo del Chapa.

–Pues vamos a ver.

–Ey.

 

Cada mañana Max y David llegaban limpios y bien peinados en el camión Ruta 4 que iba por la calle de Padre Mier, al poniente con rumbo al Obispado. Cuando el camión daba vuelta en la calle Degollado alcanzaban a ver de lejos la A de Autodescuento. A una cuadra se encontraba la principal competidora de entonces: la tienda Azcúnaga, ubicada en la esquina de las calles de Hidalgo y 20 de Noviembre. Su última semana en la tienda transcurrió con normalidad. El viernes, saliendo del turno que terminaba a las tres de la tarde, se dirigieron a la dirección que Chapa les había dado en la avenida Cuauhtémoc.

 

La recepcionista de las oficinas de OXXO recibió a ambos jóvenes y los pasó al despacho de Armando Cavazos, que en ese momento estaba por salir de una reunión. Max y David se sentaron frente a un amplio escritorio, donde había algunos volantes con letras rojas anunciando la próxima apertura de las nuevas tiendas. Max tomó uno de los papeles y mientras lo leía Cavazos llegó para atenderlos.

 

–Buenas, jóvenes. Díganme, qué se les ofrece.

–Venimos a buscar empleo señor, dijo David.

–¿Y qué saben hacer?

 

Max y David explicaron el motivo de su visita a fondo. Teniendo en frente al ejecutivo aprovecharon la ocasión para contar a detalle todo lo que conocían sobre la operación de una tienda, sobre servicio, hacer cargos, emitir recibos, hacer devoluciones, inventario, etcétera. Cavazos los escuchó con atención. Les dijo que seguramente podría encontrarles acomodo. Les pidió que dejaran sus datos y dieran por hecho que serían parte de tiendas OXXO.

Ambos renunciaron a sus trabajos en Autodescuento. Al poco tiempo comenzó el proceso de capacitación. Por sus cualidades Max fue elegido como el primer jefe de tienda en la sucursal que se abriría en Lindavista. Unos días antes de la apertura Max recibió su uniforme: una camisola café con cuello color amarillo.

El primer día se abrió puntualmente a las 7 de la mañana, como sería a partir de entonces. Max, que se había encargado de que todo estuviera bien puesto en anaqueles y refrigeradores, se colocó en su puesto para dar la bienvenida a los clientes. Desde la caja podía ver los refrigeradores llenos de bebidas, una mesa grande con frutas, la estación de carnes frías, la máquina para rebanar jamón y los anaqueles con galletas, botanas y cereales. La primera persona que entró a la tienda tomó de uno de los estantes un frasco de café soluble. El producto le fue ofrecido como un regalo. Max registró aquella compra que nunca fue efectuada.

Después de 45 años, muchas jornadas de 7 a 3 o de 3 a 11, de muchos recibos, cargos, devoluciones e inventarios, Maximino Pérez Morales continúa colaborando en tiendas OXXO, y asegura sentirse orgulloso de haber tomado la decisión de trabajar ahí. OXXO, asegura Don Max, le dio la oportunidad de tener una casa y de ayudar a sus semejantes.

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