Miscelánea literaria
He vivido muy cerca de alguna tienda OXXO desde hace más de una década. No hay que elegir ninguna colonia o departamento en particular en la Ciudad de México para que así sea. En esos poco más de diez años pasé una temporada en Xalapa, tiempo que siempre explico a los demás como una pausa, ¿pausa de qué? La verdad que no lo sé. Allí también encontré un OXXO muy cerca de mi domicilio. La puerta de la tienda podía verse desde mi ventana en un pequeño edificio ubicado en la calle de Diego Leño, próximo de una vieja escuela de oficios que aún se mantiene activa. Por sus puertas de cristal podía ver algo de lo que sucedía allí dentro. En esa tienda compré muchas veces algunos artículos de consumo diario, pagué alguna recarga telefónica y me puse al corriente más de una vez con la cuenta de luz. Como cualquier mexicano de veinte años encontré en el OXXO un proveedor para las noches largas. Entre mis notas y apuntes de aquellos días encontré este fragmento:
Sábado 13 de Agosto
Son las doce del día. Son las doce de la tarde. Si dices ambas se entiende. Una señora entró corriendo, directo a la caja. Siempre me siento muy extraño cuando paso directamente a la caja de una tienda. Pienso que al llegar van a preguntarme por qué no llevo nada en las manos. Me siento un poco estúpido mientras la fila avanza y me imagino que respondo a quien me mira con un “hola, sí, vengo aquí a no comprar nada”. La señora estuvo en la tienda poco más de tres minutos. No llevaba bolsa. Salió con el celular pegado a la oreja. Cuando me formo directamente en la caja casi siempre es porque voy a comprar cigarros. Hoy no tengo cigarros, probablemente más tarde vaya y compre unos.
Escribir, así como organizar una tienda, es un oficio en el cual es crucial hacer un manejo determinado del tiempo. Las cosas que escribimos ocurren en un lugar y tiempo específico. Todo suceso tiene sus ritmos. Dice la escritora francesa Annie Ernaux en Mira las luces, amor mío, que hay personas y poblaciones que nunca logran cruzarse en los centros comerciales, tiendas y supermercados. En el mismo libro la propia Ernaux comenta que lo que ocurre en estos comercios modernos no puede reducirse sencilla y llanamente a “la compra”. Ernaux, que creció entre las latas, los botes y los costales de la tienda de ultramarinos que tenían sus padres en Yvetot, asegura que:
Podrían escribirse relatos de vida a través de las grandes superficies comerciales, pues éstas forman parte del paisaje infantil de toda persona menor de cincuenta años… Si lo pensamos detenidamente, no hay espacio, público o privado, donde deambulen y se junten tantos individuos distintos: por edad, ingresos, cultural, origen geográfico y étnico, apariencia.
Ernaux es muy precisa al decir que no existe un espacio cerrado donde nos encontremos más en presencia de nuestros semejantes. Es en este tipo de comercios donde tenemos la oportunidad de observar la forma de ser y vivir de los demás. El OXXO es probablemente uno de los mejores laboratorios para el ejercicio de la crónica o el diario. En el OXXO podrían revelarse grandes verdades de la vida cotidiana de los mexicanos.
En su libro El vértigo horizontal, Juan Villoro se aproxima a las zonas luminosas de su memoria. El entorno urbano de las ciudades en México cambió de forma radical a mitad del siglo XX. Dice Villoro:
El barrio tenía dos zonas de misterio: la miscelánea y las casas abandonadas. La tienda olía a chiles en vinagre, papel de estraza y cosas dulces. Aquella cavidad mal iluminada nos ponía en contacto con un universo lejano y abigarrado —decididamente moderno—, el mundo donde se producían las golosinas envueltas en el crujiente prodigio del celofán. Nuestro destino se medía en centavos: la Coca pequeña costaba treinta y cinco; la grande, cuarenta y cinco, y la familiar, noventa; los polvorones, cincuenta; los chicles Motitas, diez, y los Canguro, cinco centavos. Mi mente nunca ha estado tan atenta a la economía como entonces… Nos reuníamos en la miscelánea La Colonial, más que a comprar, a discutir de cualquier tema y codiciar los pastelillos que comenzaban a dominar el mercado con sus nombres de fábula. Aquel sitio fue para nosotros el equivalente del ágora de Atenas. El punto para pensar la urbe.
No se puede pensar en las ciudades contemporáneas de México sin OXXO. Por ello, y con el motivo de los 45 años de su existencia, proponemos estas aproximaciones literarias como una forma de imaginar el presente y el futuro.
Mauricio García G.